El legado de Cruella de Vil se retiró de la pasarela. Enfrentando al abuso del pelaje animal, los conglomerados de lujo LVMH y Kering decidieron cancelar el uso del pelo de animal en accesorios y ropa, en diciembre de 2021.
Ante acusaciones de PETA contra Kering por maltrato animal e incentivos políticos como la prohibición de la venta de pelajes en Israel y California, los conglomerados de lujos más poderosos del mundo se sumaron a la ola sostenible.
¿Corrige completamente a las corporaciones ante el código de ética detrás de la moda sostenible? A pesar de ser una pausa victoriosa para los animales y sus protectores, no es la solución definitiva, ante el veneno ambiental perpetrado por la industria. Queda muy pendiente aún el tema de la sobreproducción que supone el uso de materiales sintéticos como el poliéster o alternativas problemáticas como las prendas o accesorios con pelaje sintético, derivados del plástico y las microfibras.
Mal que mal, la naturaleza biodegradable del pelaje animal es menos dañina que su imitación. Pero el contraargumento activista es firme y mantiene su relevancia al recalcar la cantidad de químicos tóxicos que están el proceso de moldear el pelo animal a un abrigo: como el ácido fórmico, clorhídrico y sulfúrico, amoníaco, formaldehído y acetato de plomo.
Muchos amantes de abrigos con pelaje auténtico y al mismo tiempo empáticos con animales recurren a comprarlos usados – cosa que funciona como método de reciclaje y evita fomentar la crueldad. Asimismo, se exige la necesidad de crear conciencia masiva para lograr reducir la contaminación que genera el malgasto de la ropa. Cuando se publicita más de lo que se hace, el “green-washing” tiñe la credibilidad de una marca, desacreditando los principios éticos de la sostenibilidad.